AMANECEN tus ojos verdes, contentos por los momentos robados al tiempo que deja caer bolas de gran peso encima de todo, y me reconozco deudor de la búsqueda de placer de mi primer equinoccio.
Una luz, filtrada por los visillos del amor, espejea en tus pezoncillos ensalivados. Olor a primavera.
La plenitud del instante es pasajera, pues mi ropa, que yacía inerte en una silla, se ha erguido ahora hinchada por la vigilancia de la desconfianza. Obligaciones agresivas contra mí mismo me apremian a aprehender el tiempo.
Un sistema bidimensional se apodera de mis sentidos. Cierro y abro los ojos y los tuyos amanecen como ligeros puntos de inflexión en la antesala del encefalograma plano.
Suscribirse a:
Enviar comentarios (Atom)
No hay comentarios:
Publicar un comentario