viernes, 22 de julio de 2022

 15 TIENDAS EN ANAYET

(Enviada el 1/07/2022 al Periódico de Aragón, Heraldo de Aragón, Aragón Digital, Pirineo Digitel y Diario del Altoaragón. Publicada en este último el 7/07/2022)


Ese era el número de tiendas que fueron instaladas en los ibones de Anayet (Sallent de Gállego) en la noche del martes al miércoles. Así lo comentaron muchos excursionistas que bajaban de ese precioso paraje y que, preguntados por si sabían que la acampada libre está prohibida en Aragón, desgranaban las más variadas y peregrinas respuestas con nula concordancia con la normativa vigente. ¿La más habitual? Que por encima de 1.500 metros de altitud todo está permitido.

Lo primero que se puede alegar en contra es que eso no es válido si se trata de un espacio protegido, donde rige la normativa específica del mismo. Pero no es el caso de Anayet, por lo que es la norma general aragonesa la que impera. Y ésta dice, grosso modo, que: a) la acampada de alta montaña no se puede realizar a menos de 2 horas de marcha desde una carretera; b) hay que comunicar la pernocta a la comarca correspondiente y al 112. Y esos ibones están a menos de 2 horas de la carretera de Portalet.

He contactado esta misma mañana de jueves con la sección de Turismo de la Comarca de Alto Gállego donde me han dicho no tener constancia de ninguna comunicación para la noche del martes –por lo que todas las personas que pasaron la noche en el frágil paraje de los ibones estaban cometiendo una ilegalidad. Y lo que es más triste, que no hay nadie para evitarlo: las comarcas, responsables de hacer cumplir la normativa sobre acampadas, no disponen de medios ni para sancionar debidamente (lo que tendría carácter disuasorio y hasta educativo) ni para levantar las acampadas ilegales. Y eso hace que nuestra normativa, amén de ignorada y desconocida, se convierta en papel mojado.

Los ibones de Anayet no son solo un “perfecto lugar para pasar la noche” (como dice alguien en internet) sino sobre todo un frágil ecosistema de alta montaña en el que viven y del que viven especies que solo pueden encontrarse allí. Vaya, que es su hogar. Y tampoco son solo unos lagos, sino también unas magníficas turberas con su fauna y flora asociadas. No vi a nadie bañándose, pero dolía ver a turistas (pues turista y no montañero es quien no se preocupa por el entorno que visita) paseando a su perro por dentro de los regatos que se dirigen al ibón. No sé si nuestras mascotas llevan encima más productos químicos que nosotros, embadurnados como vamos de crema solar en la montaña: pero seguro que no es inocuo para esos blandos suelos y la fauna invertebrada que depende de ellos.

¡¡¡Y es que sería tan sencillo controlar el acceso a esos lugares!!! Ya no me refiero a los APNs o al Seprona, con recursos tan escasos que no dan abasto, sino a la creación de puestos de trabajo locales autofinanciables. Imaginen a una persona en cada aparcamiento cobrando 5€ por excursionista y por perro, 50€ por cada tienda (y el justificante de la comunicación administrativa), 30€ por cada esterilla o saco. Además de generar empleo, estaríamos propiciando la descongestión de unos parajes saturados y evitando la competencia desleal contra cámpings y zonas de acampada municipales.

Urge, pues, tomar medidas para limitar las dañinas consecuencias de la “invasión turista” que asola nuestras montañas, limitar los aforos, desincentivar el acceso fuera de control, descongestionar los espacios naturales y fomentar el uso responsable de los mismos. Esa y no otra tendría que ser la “magia de Huesca” que nuestras autoridades podrían practicar en un simple pase de mano.

Y tal hecho se da a finales de junio: no quiero ni imaginar cómo puede ser en la primera quincena de agosto... ¡¡Hagan algo ya, por favor!!


Francisco Domínguez

Naturalista