martes, 22 de mayo de 2007

ESTATUTO E IDENTIDAD

ESTATUTO E IDENTIDAD
Junio 2006

Claman y reclaman Ariste y Bernal, barones de CHA, que este Estatuto no satisface las necesidades de identidad de los aragoneses. Me parece a mí un exceso de soberbia que un partido minoritario se arrogue la posesión de las claves identitarias de toda una Comunidad Autónoma.
Porque, ¿en qué consiste la identidad aragonesa? ¿Cómo hablar con tamaña seguridad de un concepto tan poco preciso y determinado? Ya que si algo se puede decir de la identidad de los aragoneses es que todavía no ha sido definida. Pero los militantes de Chunta parecen tenerlo claro, pues son ellos los únicos que todavía pueden leer la esencia de lo aragonés entre las líneas de la diversidad realmente existente en nuestra Comunidad.
Tal vez esa esencia resida, para muchos de ellos, en el Aragón de sus abuelos: todavía sin "contaminar" por la uniformización castellana, estos seguían charrando esa difusa habla que algunos llaman "aragonés" y que quieren convertir en "lengua propia" de esta Comunidad. Un Aragón que ya no existe, fuente inagotable de la melancolía nacionalista por unas esencias que hacen diferentes e importantes a quienes creen en ellas; porque se trata, a no dudarlo, de una profesión de fe: la sociedad se divide, según el credo nacionalista, en creyentes y no creyentes.
A uno no se le alcanza a entender el motivo de crear en la Comunidad aragonesa una inquietud, como la identitaria, inexistente hasta hace poco tiempo. Ha sido una obsesión constante de CHA dotarnos, a aragoneses y aragonesas, de una identidad de la que este partido nos considera huérfanos. Pero, repito, nuestra identidad, multiforme como es, no requiere de ninguna uniformización esencialista, pues en su variedad encuentra su propia riqueza.
Tal vez el motivo de esa búsqueda de la identidad aragonesa en los recuerdos de nuestros antepasados sea, como en los nacionalismos catalán y vasco, establecer jerarquías en el seno de la ciudadanía: arriba, los de apellido de raíz aragonesa (¡a cuántos nacionalistas no habrán oído Vds. jactarse del origen topónimico de su gracia!); abajo, los de fuera. Me da la razón el catedrático Jesús Royo Arpón: “la identidad, la lengua y las raíces, al final no son más que un criterio de reparto de los bienes sociales. Se trata de delimitar un nosotros frente a los otros. Y claro, formar la cola así: nosotros primero” (Argumentos para el bilingüismo, p.40).
De esa manera, el reconocimiento en la identidad aragonesa de cualquier ciudadano será extremadamente fácil: la segregación social y racial está servida. Porque para ser realmente aragonés, para que lo aragonés exista, será necesario rechazar todo aquello que desdibuje sus esencias; o dicho de otro modo: la afirmación del nacionalismo pasa obligatoriamente por la negación de lo español. Y esa actitud se hace más que patente en las manifestaciones de fervor aragonés, en las que, entre olor de banderas y botas de vino, se oye frecuentemente ese insidioso "¡español, au d'astí!", en el que podría reconocerse cualquier Milosevic de cuño vallibérico.
Muchos politólogos se preguntan cómo es posible un nacionalismo -tendente por definición a la limitación de lo exclusivo- se diga "de izquierdas" -de impulso expansivo. Mariano Fernández Enguita habla de "disonancia cognitiva" a la hora de casar ambos conceptos en principio inconciliables; y añade que todos tendemos a alinearnos "a la izquierda en aquello en que sufrimos desventajas y a la derecha en aquello en que disfrutamos privilegios".
Y aun siendo esto, desde mi punto de vista, negativo, considero que todavía es más letal la dosis de narcótico que administra el nacionalismo a sus seguidores: mientras estén ocupados en la búsqueda de su identidad y su reivindicación, dejarán de preocuparse por otros asuntos más relevantes de su vida cotidiana. Y eso es lo verdaderamente inquietante en una sociedad que debería ser más de ciudadanos que de soldados de la causa.
Las "necesidades de identidad de los aragoneses", referidas por CHA, sólo quedarán satisfechas cuando esa lengua chapurreada por tan apenas un millar de habitantes sea de obligado uso en las instituciones públicas, cuando la policía autonómica se calce con abarcas, y cuando el Auditorio programe conciertos de gaita aragonesa. Entonces, y sólo entonces, "nacionalismo se escribirá con Z" -como rezaba un antiguo eslogan.

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