martes, 22 de mayo de 2007

ESTUPOR SOCIALISTA

ESTUPOR SOCIALISTA
febrero 2006

El escritor Jesús Pardo cuenta cómo, en el Santander ultrafranquista de los años 40, "tan insólita era la expresión de opiniones que una crítica de arte publicada en Alerta, el periódico local del Movimiento, causó estupor porque en ella se osaba juzgar con severidad al pintor".
Lo que sucedía en Santander, donde "hasta los mendigos eran de derechas", sucede en nuestra Huesca del siglo XXI: la crítica brilla por su ausencia en el mundillo cultural oscense. Todo es bonito y válido, sin que ni siquiera los matices sean tenidos en cuenta. Los críticos oscenses -si es que el término se puede aplicar a quien ejerce estas funciones en nuestro erial- tan apenas realizan análisis evaluativos: las suyas son sólo apreciaciones descriptivas, aderezadas con terminología ad hoc: pero sin mojarse jamás.
Pero la situación se invierte en el caso de artistas afines al poder; entonces los críticos sacan a relucir lo mejor de su arsenal laudatorio, para mayor homenaje de la institución que, en ese caso, auspicie la manifestación cultural. El arte, en su acepción más amplia, sufre enormemente con ello: al servicio del poder, pierde una de las funciones que lo anima, que no es otra que provocar la discusión (Susan Sontag dixit).
Nicolas Rashevsky, en una obra publicada en Cambridge en 1968, propone un sugerente índice para medir el desarrollo cultural de una ciudad: el número de pensadores no conformistas, que son los que imprimen movimiento a las conciencias e insuflan aire adonde sólo había ahogo. Acallada la conciencia crítica, censurada la diferencia, comprada la disidencia, el conformismo se ha convertido en marca propia de nuestra hueca Huesca.
El estupor franquista pervive en nuestra pequeña y pacata ciudad, donde el desarrollo crítico y analítico no cuajará mientras no cambien los modelos de gestión y de relación con el poder. Este es el estupor en que nos sume, cada vez más profundamente, la política socialista, que ha convertido la cultura y el arte en puro escaparatismo -pagado, eso sí, con el dinero de la ciudadanía. Y nuestros artistas y críticos, quienes debieran ser valientes analistas de la actualidad y propiciadores de discusión, siguen con la boca abierta la zanahoria de la subvención y el encargo.
Estupor y subdesarrollo ciudadanos: los frutos del progresismo sociata.

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