ME ASALTA dulcemente
-y mi débil fortaleza
abre ventanas y puertas-
el recuerdo de una piel
de una noche adolescente
de verano.
En su insomnio febril,
la lechuza tejía su tela
espasmódica
sobre nuestras cabezas.
En su atalaya de madreselva,
el ruiseñor esparcía
letanías olorosas
por la noche polvo de mariposa.
Mi mano se recuerda
temblorosa avanzando
hasta el pecho tímido,
y poco a poco calentarse.
El abrazo dichoso
en la noche que parecía eterna,
las promesas convencidas,
la radiactividad de nuestros besos.
Ahora me regresan todos ellos.
-¡No huyáis, no os vayáis!,
que sólo un hombre os acomete.
Quedaos, permaneced:
que mi cuerpo os necesita
en esta noche descreída,
venida a menos ya.
Nantes, 12/6/99. Barcelona, 25/11/99 - 31/01/00
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