Esperaba la "polémica" (hehe) que se ha montado a propósito del cartel de fiestas, ya que precisamente ese parece haber sido el objetivo final del mismo.
Rebajemos los términos: no es un cartel trasgresor ni por la forma (el trazo sucio surgió en los –afortunadamente- lejanos 80 como respuesta a la línea viva de la escuela valenciana) ni por su aparente ausencia de fondo (el alejamiento entre significado y significante es ya un comodín que, en ocasiones, encubre una falta de previsión conceptual con la excusa del posibilismo interpretativo).
La motivación (de haber un target tan definido) es que se hable del cartel en sí mismo, aunque sea bien, de lo modernos y progresistas (¿alguien me puede explicar que significa?) que somos en esta ciudad, de lo caduco que está ya el concepto “huesqueta” y de que no se hunde el mundo (casi) porque no aparezcan los danzantes, la albahaca, la parrilla, el santopatrónysumadrelavirgen.
El grado y origen de este supuesto dirigismo, de esa voluntad de epatar, es más difícil de rastrear.Todo va en la misma línea últimamente: Periferias, Okuparte, etc. perdieron hace ya tiempo la frescura de su gestación y, una vez convenientemente fagocitadas por los excluyentes locales, se quedan con la patina de pretendida “vanguardia para todos los públicos” (evito a propósito mencionar las jotas a precio de oro de Pirineos Sur, que me enciendo…) y con un evidente clientelismo, por otra parte apenas disimulado. Se descuidan las programaciones, se agotan las ideas, se sustituyen por ocurrencias. Lo que está pasando es que se quiere cambiar un “huesqueta” por otro no tan diferente en esencia e igual de rancio. Para construir hay que romper, no vale con darle una mano de pintura.
En la proverbial lucha de la estética contra la ética, sigue ganando la primera.
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