(Escrito de JOSÉ ÁNGEL BERGUA, en respuesta a mi estudio sobre su propuesta de "Identidad pirenaica despertada" (ver: http://curroblog.blogspot.com.es/2016/07/jose-angel-bergua-y-la-identidad.html).
Tal vez la vocación de este escrito era figurar como comentario a mi largo texto; pero su longitud y su profundidad desborda el espacio que tienen los comentarios en esta plataforma.)
A propósito de los comentarios de Curro
Son tantas las cosas que Curro comenta acerca de varios de mis textos ordenándolas y combinándolas según su punto de vista y atribuyéndome a mí otro particular, caracterizado, entre otras cosas, por ser entre falso y contradictorio, que me resulta difícil ir ordenadamente de un aspecto a otro. Es complicado hacerlo porque Curro ha tejido muy bien su red de críticas y, sobre todo, porque, aunque no lo explicite del todo, es fácil entrever que habla desde un lugar muy diferente al mío, por lo que el acuerdo es no sólo difícil sino también demasiado costoso y escasamente útil para lo poco que ambos podamos ganar. A no ser que Curro quiera un rival ante el que afirmar sus ideas, posición que a mí no me interesa ocupar. Por eso me limitaré a hacer unas cuantas observaciones generales con la intención de aclarar el punto de vista que a lo largo de los años he ido construyendo y que no está ni mucho menos acabado.
Sobre la democracia
En primer lugar, aunque no ocupe mucho espacio en su texto, quiero referirme a la crítica que me hace por cuestionar la democracia. No puedo aceptarla. En efecto, la democracia, ese invento político moderno que prometió conjuntar el poder o kratos con la gente o demos y que todos los órdenes instituidos no han cesado de fallar, revolución tras revolución, ideología tras ideología, debido a que el kratos siempre ha tendido a disolver el demos (aunque pareciera querer acogerlo) y a que también el demos (aunque aparentara pedirle relación) ha solido alejarse de él (unas veces por preferir andar fuera de las instituciones, como ocurre con tantos movimientos sociales, y otras simplemente por gustarle más cargar su deseo en asuntos ajenos a la política), no es algo que me apetezca defender. Mejor que lo hagan otros. A mí la democracia que tenemos en el mundo que llaman desarrollado y que los otros mundos aspiran a replicar me resulta hoy muy poco atractiva. Pero no por pensar que el autoritarismo (con el kratos liberado del demos) sea más interesante, tal como sugiere cierto discurso postdemocrático que, unas veces lamentándolo y otras defendiéndolo, considera que las decisiones más importantes se toman al margen de las democracias y de la deliberación. Más bien porque pienso que el demos puede comenzar ya, tras el desvanecimiento de la promesa de la Revolución Francesa, a prescindir de la compañía del kratos o poder. Tal cosa han venido practicando en su interior muchos movimientos sociales hace décadas y tal cosa es lo que muchos creímos ver que se pedía explícitamente en el 15M. Si hasta entonces distintas generaciones de movimientos sociales habían propuesto discutir desde la cuestión social a la sexual, pasando por la natural, la nacional, etc., el 15M puso en el centro la cuestión política. Si decidí participar en la lista al Congreso como suplente fue porque, además de ser invitado, creí ver en el ciclo político que se abrió con las movilizaciones del 2011 y que luego continuaron las candidaturas municipalistas una oportunidad. Ya veremos qué da de sí este enorme esfuerzo instituyente que pretende entrar en las instituciones para cambiarlas. Aunque no confío mucho en la democracia electiva que tenemos (por eso nunca voté en ninguna de las elecciones generales y autonómicas que se me han pusieron delante) y veo más peligro que utilidad en los partidos políticos, también sé que hay cisnes negros. Esta es pues mi posición. Si Curro piensa o induce a pensar que por criticar la democracia que tenemos pertenezco a cualquier clase de autoritarismo es porque usa esa lógica aristotélica que precisamente me reprocha. Se equivoca. Estoy más cerca del tetralema taoísta. Para esta otra lógica, además de la posición conversa positiva (A) y de la negativa (no A) están la “perversa” (A y no A) y la “subversiva” (ni A ni no A)
¿Una rosa es una rosa?
Por otro lado, soy de la opinión de que toda realidad es inventada y que, por lo tanto, no hay una más verdadera ni más falsa que otra. Quien hable usando estos últimos adjetivos simplemente quiere imponer su particular punto de vista. Con esa “objetividad” sólo puede pretender obligar a los demás. Si toda realidad es entonces inventada o construida, hay que averiguar en cada caso quién la inventa, desde dónde lo hace y qué consecuencias tiene. Estas preguntas son aún más necesarias en situaciones de conflicto social, pues una explicación para las mismas puede tener que ver precisamente con el hecho de que una realidad inventada se haya impuesto generando malestar y precipitando la necesidad de inventar otras realidades. Eso fue precisamente lo que interpreté que ocurría con la oposición a la construcción de embalses en los Pirineos y en la oposición a la introducción de osos, asuntos en mi opinión menos diferentes de lo que parecen.
En el primer caso, entre las gentes afectadas por la construcción de embalses, hubo, además de luchas, esfuerzos por desmontar la invención de la necesidad de pantanos y esfuerzos también para inventar unos Pirineos distintos a los que habían elucubrado los defensores de los embalses, los canales de regadío y las fábricas de electricidad entre finales del XIX y principios del XX. Al menos eso creí ver, sobre todo, tras el Manifiesto por la Dignidad de la Montaña. Por cierto, en este conflicto los afectados y los ecologistas estuvieron unos junto a otros pero mis investigaciones me demostraron que los afectados usaron tácticamente el ecologismo. Sólo un ejemplo: la defensa de espacios protegidos puede paralizar un embalse pero la defensa de los pueblos o las comarcas no. Un esfuerzo parecido por inventar otra realidad creí observar, sobre todo en la vertiente norte de los Pirineos, entre la protesta frente a la introducción de osos decidida en Paris-Bruselas. En este caso el ecologismo no estaba al lado de los rebeldes sino justo en el otro bando. Como el número de enemigos era mayor, su poder muy superior y la posibilidad de usar tácticamente otros discursos inexistente, fue necesario pasar directamente a inventar otros Pirineos. Lo que en el caso de los embalses apenas estaba esbozado aquí comenzaba ya a tener un perfil más definido.
Las investigaciones confirman que, en general, los movimientos sociales no sólo luchan y/o negocian sino que elaboran discursos. En ciertos movimientos sociales dichos discursos, si bien comienzan siendo victimistas (por ejemplo, los colectivos que denuncian cómo ciertos agentes han sido inventados como objetos –unas veces maltratados y otras protegidos- por otros agentes que se arrogan la posición de sujeto), luego suelen pasar a ser autoafirmativos (por ejemplo, queriendo tales colectivos que el agente aparezca como sujeto). En ambos pasos la búsqueda de recursos discursivos va en muchas direcciones pero una de ellas es muy común: bucear en el pasado para inventar desde ahí relatos con los que afirmarse. Tanto en el conflicto del oso como en el de los pantanos también ha sucedido esto. En mi opinión de un modo más audaz en el segundo caso que en el primero pues dan algunos pasos que con los antipantano apenas se insinuaban. Entre otros, desear percibir algo documentado por muchos historiadores, principalmente franceses: la autonomía que los distintos valles tenían para gestionar sus asuntos estableciendo pactos y tratados entre sí, incluso para protegerse contra las decisiones de los Estados a los que técnicamente pertenecían. Esta idea no es menor pues congrega todos los años a muchos investigadores de ambas vertientes del Pirineo. Yo he asistido a algunas. ¿Qué recorrido puede tener esta invención? No lo sé, pero me gustaría que lo tuviera. Sin embargo, para este “proyecto” el concepto de nación es inservible (de hecho nadie la reclama), pues descansa en una identidad abstracta construida a partir de ciertos atributos y en el caso de los anti-osos y anti-pantanos brota a partir de cierto vínculo con el territorio. En este sentido su protesta se parece a la de los indígenas de otras partes del mundo que luchan contra las decisiones de sus Estados. Quizás sea por eso que ahora haya aceptado dirigir la tesis sobre un conflicto en el que varios grupos amerindios se han enfrentado con terribles consecuencias a una Petrolera y el Estado peruano. Pero eso es otra historia.
¿Quiénes han inventado a los Pirineos en términos de objeto? Podría decirse que es el capitalismo, el industrialismo, la mentalidad depredadora del patriarcalismo, etc. Sin embargo, yo he decidido que ha sido un particular modo de ser y estar en el mundo que tiene su hábitat natural en las ciudades. Tampoco en esto he sido muy original, pues los afectados en ambos conflictos así lo han dicho en algunas ocasiones, hay abundante literatura que les da la razón y reputados sociólogos de la vertiente norte (H. Lefebvre y P. Bourdieu) así lo habían reconocido ya investigando otros asuntos. Desde este punto de vista, la introducción de pantanos y osos son ambas resultado de la relación de dominación de los pueblos por las ciudades, la cual ha tenido cobertura estatal e incluso supraestatal. Por cierto, ya en general, que la acción de dominio sea despótica o protectora no cambia para mí las cosas. De hecho, de extremo a extremo de la cordillera han convivido las protestas contra la sobreexplotación y la sobreprotección. Ahora bien, la dominación no es el único tipo de relación entre pueblos y ciudades. También hay relaciones de mezcla e hibridación en las que se unen componentes montañeses y urbanos tanto en los pueblos como en las ciudades. Esta relación no tiene cobertura institucional, así que tiene un carácter instituyente. Y es importante porque ha sido desde esta posición desde donde se han generado las respuestas a la construcción de pantanos y a la introducción de osos.
Magmas imposibles
Para deshacer equívocos, quede claro que no opongo ciudades y pueblos, aunque lo parezca, sino dos vectores de influencia que, eso si, proceden uno de las ciudades y el otro de los pueblos, pero que alcanzan a las gentes de los hábitats teóricamente opuestos. No sólo eso, cada sujeto mismo es el escenario en el que se encuentran esos vectores, unas veces amistosamente y otras en términos de dominio. Esto no debe sorprender pues muchos feminismos saben de sobras que el patriarcalismo ha inventado y construido un tipo de mujer con el que muchas mujeres o partes de ella se han identificado facilitando así la firmeza de la dominación. Sin embargo, bastantes feminismos aseguran también que la mujer alberga más capacidad de producción de sentido que la reconocida por el orden patriarcal instituido y que el propio varón también es algo más en términos de sentido que el lugar de donde procede o desde el que se legitima la dominación. Pero es que los feminismos también han reconocido que es muy difícil dar cuerpo e inventar realidades distintas a partir de esas resistencias por la sencilla razón de que los instrumentos, materiales, conceptos, etc. disponibles proceden todos del orden instituido y de que su diferencia, si se acepta que la hay, es, por lo tanto, inefable. Aun así, algo e incluso mucho han podido hacer con ellos. Aquí aparece esa lógica perversa de la que hablaba en el primer párrafo.
De los pueblos podríamos hablar del mismo modo. En general, las ciencias, las políticas, las artes, etc. tal como están instituidas y se enseñan en las Universidades, pero antes en las escuelas, colegios e institutos, son productos urbanos. En el caso de la política, por ejemplo, su piedra angular es el “ciudadano”, clase de sujeto ideada por las ciudades que nada sabe ni quiere saber de la comunidad, tipo de sociabilidad que mejor define a los pueblos. Por otro lado, las distinciones provinciales, municipales y comarcales no coinciden con las relaciones habituales que se dan entre pueblos y valles. Los mapas y la toponimia de los pirenaicos tampoco son las que los militares y geógrafos dictan. Las lenguas que los filólogos aíslan y estudian no reflejan tampoco las hablas ni los modismos de los montañeses. En cuanto al folklore, los museos, etc., sólo reflejan el punto de vista de especialistas que sólo saben ver lo muerto o estancado y que, en consecuencia, son incapaces de reconocer la permanente creación de costumbres y rituales que en cada valle se realizan. Sin embargo, no es menos cierto que, como ocurre con ciertos feminismos, las gramáticas urbanas pueden ser usadas y moldeadas por las gentes (o partes de ellas) de los pueblos para hacer entrar en el uni-verso urbano y poder así expresar su particular experiencia de sentido. De hecho, las luchas contra los embalses y contra la introducción de osos ha utilizado instrumentos inventados por una clase de agentes políticos nacidos en las ciudades, los movimientos sociales, y también se ha apropiado de discursos, caso del ecologismo o del nacionalismo, engendrados en entornos urbanos, aunque resultaran de proyectar una mirada romántica sobre los pueblos, la naturaleza o sobre ambas cosas a la vez.
Muchos estamos constituidos, entre otros vectores, por influencias urbanas que suelen disponer de gramáticas propias e influencias montañesas que a falta de gramáticas tan acabadas y poderosas aportan e inoculan experiencias de sentido. Y en cada uno de nosotros unas veces esos vectores se anudan en términos de dominación y otras de hibridación. Somos los resultados de esas relaciones tan distintas pero nuestra posición no es siempre la misma pues vamos cambiando y haciendo moverse esas influencias según hacemos turismo, dictamos sentencias, visitamos a nuestros abuelos del pueblo, vamos a coger setas, investigamos, vamos de fiesta, etc. Evidentemente uno puede pensar, como llega a sugerir Curro, que lo único real es este borroso magma de identidades. Efectivamente puede pensarse y así pienso que ocurre en situaciones socialmente templadas o estables. Pero desde este punto de vista es muy difícil entender los dos conflictos que nos ocupan. Recuérdese que sólo hay conflictos a partir de relaciones de poder que, gracias a dios, no terminan de funcionar. Y si uno parte de los magmas antes mencionados no podrá explicar esos conflictos. Necesariamente tendrá que fijarse en una relación de poder. Yo he elegido una, ciudad/pueblos, pero habrá otros, como Curro, que seguramente piensan en otras. Te sugiero, Curro, que en lugar de esforzarte en desmontar la mía nos muestres y argumentes tu distinción.
Límites de la ciencia y de la política
Es muy fácil decir que el mundo debemos dejar de mirarlo y construirlo en términos de jerarquías (que previamente han distinguido lados relacionados verticalmente) para pasar a trabajarlo en términos más horizontales o simétricos. Por ejemplo, a base de mezclas e hibridaciones. Aunque pueda resultar sencillo proponer tal paso, para el pensar y hacer dominantes (la ciencia y la política) es tan necesario como imposible darlo. Por dos razones.
Primero, porque nuestro pensar (me refiero al que ha hecho suyo la ciencia y que deriva del logos griego) sólo sabe ver distinguiendo lados y seleccionando los relevantes. Este es el modo como observan y piensan las élites reflexivas de nuestro mundo, los científicos. Sin embargo, el mito, enemigo íntimo del logos, hace justamente lo contrario. Si alguien recela de las limitaciones de la ciencia, un modo de salvarlas, al menos para mí (supongo que cada cual tendrá su respuesta), es echar mano del mito. Esto no es tan extraño pues la ciencia siempre lo ha cultivado en secreto, sin reconocerlo explícitamente y quizás hasta sin saberlo. Desde el complejo de Edipo a la terminología científica, pasando por el nombre de los días de la semana y de los meses, el mito siempre ha andado cerca. Yo simplemente sugiero reconocerlo explícitamente y trabajarlo deliberadamente. De todas formas, frente a la ciencia de las élites conversas positivas y el mito que usan las élites conversas negativas está el pensar de las gentes. Por un lado, practican un pensar perverso que confunde el logos y el mito. Esto está muy presente en los pueblos, pero también las ciudades son cuna de leyendas, a menudo calificadas como “urbanas”. Por otro lado, también utilizan una “razón común” (García Calvo) que por pertenecer a otros modos de significar es subversiva. Por cierto, la distinción élites/gentes que estoy manejando también debe entenderse, como la de pueblo/ciudades, en términos de vectores o atractores. E igualmente cada sujeto individual o colectivo tiene influencias de ambos vectores que van cambiando según lo hagan los contextos y situaciones en los que se desenvuelvan.
Segundo, porque nuestro hacer (me refiero al que ha hecho suyo la política –si, el poder o kratos-) sólo sabe decidir en términos verticales (recuérdese que la característica principal de la acción política es el monopolio de la violencia) e igualmente distinguiendo (recuérdese que se funda en la separación amigos/enemigos). Aunque el hacer político ha sido inventado por las élites políticas, también aquí las gentes actúan de un modo distinto pues utilizan la artimaña, la astucia, etc., de nuevo pervirtiendo y subvirtiendo de la lógica instituida. Pero si no abandonamos a las élites podemos ver que el arte hace de un modo contrario a como opera la política pues no cesa de construir deshaciendo distinciones y poniendo en relación cosas antes distinguidas. Por eso los ultimísimos movimientos sociales (caso de los queer y crip, por ejemplo) apuestan tan decididamente por el arte como instrumento de transformación.
La fratria
Desde que empecé sé que la sociología y cualquier ciencia social forma parte de relaciones de dominación y se debe a ellas. Lo he comprobado en muchos campos. Por eso no creo en ninguna sociología crítica sino más bien en una crítica o deconstrucción de la sociología. Ahora bien, a este esfuerzo destructor también he intentado añadir otro constructor. Como mi ámbito es la reflexión he flirteado con el mito. Desde este otro universo reflexivo entendí que el logos y la ciencia brotaban de un arquetipo patriarcal, algo nada extraño pues el feminismo opina algo parecido. En un primer momento, aposté por un arquetipo distinto, el matriarcal, que aparece ante nuestros ojos a finales del XIX y que en la segunda mitad del XX no ha cesado de generar ideas. Si alguien piensa que estoy diciendo que el matriarcalismo existió realmente que comience a leer de nuevo el texto o que recuerde que estoy hablando ya en términos míticos. Pues bien, desde hace un tiempo he desembarcado en otro arquetipo, el fratriarcal, que me ofrece muchas más alegrías pero que está poco tratado, aunque viene desplegándose en el interior de nuestra civilización desde la Grecia clásica y en concreto manifestándose en una de sus creaciones más singulares, la democracia.
La verdad es patriarcal y su lugar son los cielos y es inmutable o inmortal, como los dioses. Desde el arquetipo matriarcal es imposible hablar de verdad, pero aceptando provisionalmente el término podemos decir que tiene un carácter situado, por estar atada al contexto o situación, y que por eso se relaciona con el carácter telúrico de las diosas. En el fratriarcalismo tampoco sirve la cosa esa de la verdad pues es también relativa pero de otra manera. En este caso tiene un carácter deliberativo y colaborativo (lo cual no necesariamente ha de desembocar en ningún consenso). Esta idea colaborativa de lo social que de la que participa el procedimiento democrático (si bien permanentemente traicionado desde el kratos) se maneja también en cierta interpretación de la economía. Con este arquetipo fratriarcal llevo un tiempo jugando y me está divirtiendo.
Contra la moral
Si no creo en las verdades patriarcales, por su carácter ideal, abstracto e inmortal, tampoco puedo creer en el concepto de belleza ni tampoco en la bondad, ambos con las mismas características. Por lo tanto, jamás me oiréis hablar en términos éticos y mucho menos de lo que está bien y lo que está mal. En los conflictos derivados de la introducción de osos y pantanos me he limitado a señalar ciertas relaciones de poder y a partir de ahí, si se acepta esa observación, cada cual es muy dueño de decidir donde se coloca y de actuar en consecuencia. Yo me he situado explícitamente en el lado subordinado de la distinción que los afectados han mencionado y con la que sin mucha dificultad me he identificado. ¿Por qué? Porque nací en los Pirineos y mi experiencia principal de sentido (aunque no la única) viene de allí. Sin embargo, no es menos cierto que en otras actividades suelo ocupar, dentro mismo de la relación, la dominante. Como cuando hago turismo. A todo esto, aunque deconstruya y critique la sociología soy Presidente de la Asociación Aragonesa de Sociología y a pesar de mis reservas respecto a la ciencia soy Investigador Principal del Grupo de Estudios sobre la Sociedad del Riesgo. Tampoco me entusiasma la Universidad pero me gano la vida en ella. No es que sea contradictorio ni haga o diga falsedades. Más bien soy, además de un converso negativo, un poco perverso y algo subversivo
Ignorancias
La sociología desde la que hablo es del orden de las élites. Sin embargo, tal como ocurre en otras muchas ciencias, intento desplegar en la mía una interesante habilidad reflexiva, la ignorancia positiva, caracterizada por saber que no sabe. Esta habilidad reconoce la finitud o limites de la reflexión, en este caso la científica. Por ejemplo, ante el saber-hacer de las gentes. Pero también puede hacerlo ante otros puntos de vista. Otro tipo de habilidad que entre mis élites se cultiva es la ignorancia negativa. Se caracteriza por no saber que no sabe, lo cual le lleva a pontificar verdades y a descubrir en sus rivales montañas de contradicciones y falsedades. En tercer lugar hay quienes no saben que saben y aún están los que saben que saben. Pero estas son otras historias.
1 comentario:
Leído el texto de JOSÉ ÁNGEL, afirmo que no busco en él (en ti) un rival, ni afirmar mis ideas por encima de las tuyas (cosa que veo harto difícil, pues tu capacidad argumentativa excede en mucho a la mía), ni buscar debates que no conduzcan a nada. Simplemente, busqué en tus textos explicación a lo que aquí únicamente se apuntó y, creyendo hallarla, me pareció diferir de mi manera de ver esos mismos temas. Tal vez fue porque me sentí excluido (puesto que etiquetado como 'llanero', 'urbanita' o 'ecologista), o a causa de mi secular rechazo de todo lo que suene a cazataire y sus maneras, que creí necesario aportar mi punto de vista sobre esos asuntos.
Por otra parte (aunque espero que tengamos la ocasión de comentarlo de tú a tú -tengo por pendiente ese encuentro con tu "thésard" peruano y tu amigo cazador), y como ya te he dicho antes, comprendo ahora mejor tus deseos de 'deserción' de la ciencia a la luz de lo leído en tu "Lo social instituyente" (amén de por tus largos tragos en las fuentes de sabiduría orientales). Pero disiento en la consideración del científico como "élite" necesariamente separado de la razón común y de la gente. Lo dicho, ya lo comentaremos. Publico tu texto en mi blog y dejo abierta la posibilidad de que cualquier intervenga. Saludos!
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