La protección de la que goza la sierra de Guara, concretada en un parque natural entre otras figuras legales, entra en conflicto con la fama de este macizo prepirenaico aragonés como destino emblemático para los aficionados a la escalada, según el autor de este artículo. Así las cosas, la conservación de los valores naturales debe ser siempre la prioridad.
(Existe una visión ampliada de este artículo que, por motivos de espacio, no pudo ser publicada. Allí incluía numerosas referencias, citas y extractos de entrevistas que resultan mucho más reveladores. Consultable en otra entrada de este Curroblog.)
El Parque Natural de la Sierra y Cañones de Guara (Huesca) se creó en 1990 para proteger los valores paisajísticos y faunísticos de este espacio natural. La presencia de determinadas especies de aves rupícolas motivó, además, que el parque y su área periférica de porotección fueran declarados Zona de Especial Protección para las Aves.
El Plan de Ordenación de los Recursos Naturales (PORN) de este espacio protegido, aprobado en 1997, alertaba sobre la más que previsible masificación que el número creciente de guías y otras publicaciones estaba generando. En este documento la escalada, que en los años noventa empezaba a conocer un boom, era identificada como un factor de perturbación porque precisamente las zonas donde se practicaba coincidían con las áreas de nidificación y cría de numerosas rapaces.
El PORN recomendaba aplicar restricciones a la práctica de la escalada consistentes en una limitación temporal que respetara los períodos de nidificación de las aves y, en algunos lugares, en la obligación de solicitar autorización. Además, la apertura de nuevas vías de escalada requería el permiso de la dirección del parque natural. Estas medidas, debidamente aplicadas, habrían podido asegurar una buena gestión de los flujos de visitantes.
Los principales lugares de escalada en Guara, conocidos por todos los practicantes, son Alquézar, Vadiello y especialmente Rodellar, “una de las mecas mundiales de la escalada deportiva”, como afirmaba el escalador Carlos Logroño en un vídeo promocional. Él mismo declaraba, como coautor de un par de guías de escalada, que “algunos fines de semana de primavera y durante el verano, es posible que no se pueda trepar la ruta elegida” y calificaba de masificación la gran afluencia de gente, añadiendo que “trae, lógicamente, problemas de toda índole, impacto ambiental (basura, heces, ruido...)”. Las dos guías, de 2010, revelan la apertura y equipamiento de al menos 35 vías en Rodellar con posterioridad al PORN. Otros autores detallan en la guía Escaladas en Vadiello, también de 2010, que se equiparon hasta 122 vías después de esa fecha.
Tras mi solicitud por escrito de información sobre las autorizaciones para estas nuevas vías de escalada, la dirección del parque natural reveló que “no existe un archivo especifico de estas solicitudes y en los registros no consta ninguna solicitud específica en este sentido”. Es decir, que todas esas vías fueron abiertas contraviniendo lo establecido en el PORN.
En noviembre de 2015, según una noticia de El Heraldo de Aragón, el Gobierno de esa comunidad autónoma denunció a varios escaladores “muy conocidos en los círculos de deportistas”, cifrando entre el 80% y 90% las vías ilegales de una totalidad de 1.500. La revista Desnivel, sin embargo, comentaba ese mismo mes que no tenía constancia de que la Administración hubiera cursado denuncias a ninguno de los 27 equipadores que la Fundación para la Conservación del Quebrantahuesos (FCQ) había denunciado por “equipamientos de escalada ilegales”. ¿Negligencia? ¿Permisividad?
Previsiones sobrevaloradas
La afluencia de deportistas a cualquier espacio protegido suele alentar las iniciativas empresariales y la escalada en Guara, “para la economía del territorio, para los pequeños alojamientos, para los campings, etc., no es que sea un grano más: es un chorro importante”, como manifestaba en 2016 el entonces presidente de la Asociación de Empresarios de la Sierra de Guara, Francisco Lacau, ante la televisión aragonesa.
Desde luego, es loable que la Administración fomente el asentamiento de población en una zona que, como Guara, sufrió un importante éxodo a lo largo de todo el siglo XX. Pero se ha convertido en un lugar común considerar que una actividad tan estacional como la escalada haya conseguido fijar nuevos residentes en la zona. El antes citado Francisco Lacau declaraba a Desnivel que “nosotros trabajamos alrededor de 150 días al año”, argumento que es refrendado por los propios escaladores. Carlos Logroño señalaba en una de sus guías sobre Rodellar que únicamente viven “dos familias en invierno”, añadiendo que “el bar-restaurante Florentino es el único sitio donde por ejemplo en invierno nos podrán dar algo de beber y comer”. Tampoco en Vadiello la extensa ampliación del número de vías y la permisividad con que se han modificado períodos hábiles de escalada ha conseguido asentar población en el área geográfica de su entorno.
Tal vez se haya debido a ese propósito exclusivamente economicista que la normativa –una orden publicada en diciembre de 2015 en el Boletín Oficial de Aragón– que regula la escalada en Guara parezca contradecir los propósitos conservacionistas del PORN. De hecho, los colectivos medioambientales presentes en el patronato del parque natural, principalmente FCQ y SEO/Birdlife, ni siquiera fueron consultados para la redacción de esa orden.
Esa normativa zonificaba el área en sectores de tranquilidad –de menor interés para la escalada o de acceso más complicado– y de uso limitado, propiciando la concentración de visitantes en determinados espacios y afectando principalmente a Alquézar, Vadiello y Rodellar. Por otra parte, ampliaba los períodos de escalada a todo el año en numerosos sectores además de inscribir la existencia de otros nuevos, eliminaba en un 95% la necesidad de autorización y, sobre todo, favorecía la masificación que el PORN de 1997 recomendaba atajar. Y lo que resulta más curioso desde el punto de vista legal: no se adecuaba al Plan de Recuperación del Águila Perdicera en Aragón, de 2011 y con rango superior a la orden, que obligaba a corregir los factores negativos que impidieran la recolonización de los antiguos territorios de la especie.
Conservación bajo presión
Si la escalada había sido reconocida como factor de perturbación, ¿cómo es que la administración aragonesa no había legislado para minimizar su impacto? Los poderes públicos, además de propiciar de manera correcta el desarrollo socioeconómico, están obligados a velar por la preservación de los valores naturales. Por eso mismo la normativa que regule la práctica de determinadas actividades de impacto tiene que imponerse a las presiones de los sectores interesados en su explotación empresarial.
En el caso de la escalada, esa imposición tal vez deba ser más enérgica habida cuenta del número creciente de usuarios. No en vano Antonio Joaquín Sánchez, responsable de medio ambiente de la Federación Española de Deportes de Montaña y Escalada, teme que llegue el momento en que todos los jóvenes que ahora practican masivamente en rocódromos decidan salir a la naturaleza: desinformada, ávida de emociones, esa cantera podría dar al traste con cualquier intento de cambio de tendencia.
* https://www.revistaquercus.es/noticia/8383/opinion/parque-natural-de-guara:-conflicto-entre-la-escalada-y-la-conservacion.html
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