Entre
la aprobación del PORN
en 1997 y la Orden de regulación de la escalada en 2015, la
Administración hizo la vista gorda y la Federación de Montañismo
ocultó la apertura de vías ilegales.
El
área comprendida dentro de los límites del actual Parque Natural de
la Sierra y los Cañones de Guara fue descubierta por franceses para
la práctica de deportes de montaña. La soledad de sus agrestes
parajes, sus curiosas formaciones rocosas y los profundos barrancos
excavados por sus ríos atrajeron a pioneros como Pierre Minvielle,
quien escribiera la primera guía sobre la zona (1979) y cuyas
históricas filmaciones muestran paisajes y paisanajes más propios
de tiempos remotos.
El turismo galo acudió primero tímidamente y luego en masa,
haciendo aconsejable la adopción de medidas para su ordenación: a
finales de 1990 fue publicada la ley del Parque Natural. “Los
principales problemas que había que atajar con cierta urgencia eran
dos: los rallys “piratas” de vehículos 4x4
y el creciente número de practicantes del barranquismo; la escalada
todavía no había conocido el auge que experimentaría con los años”
--observa Antonio Ballesteros, miembro del primer patronato del
Parque en representación de las organizaciones conservacionistas.
El
Plan de Ordenación de los Recursos Naturales (en adelante, PORN) fue
aprobado mediante decreto en 1997 y presentaba un marcado carácter
conservacionista.
Se preocupaba, ya en aquellos tempranos años, por la más que
previsible masificación debida principalmente a: a) la falta de
control; b) el aumento de la demanda; y c) la proliferación de guías
y otras publicaciones. Y señalaba directamente a la caza, la
escalada, el barranquismo y el senderismo como factores de
perturbación.
¿Qué
soluciones proponía? Restricciones que minimizaran los impactos y
una regulación que permitiera compatibilizar la escalada con la
nidificación de aves rupícolas –contando para ello con la
colaboración de la Federación Aragonesa de Montañismo, a la que en
cierto modo se convertía en garante de esa adecuación.
Consecuentemente, se limitaron los períodos de escalada allí donde
la afluencia de escaladores pudiera comprometer la biología de las
especies protegidas (ya fuera entre diciembre y junio o entre marzo y
junio) y se sometió a autorización no solo la apertura de nuevas
vías de escalada sino su práctica en determinadas áreas.
Pero
llegó el boom
de
finales de los 90 y,
con él, la afluencia masiva de escaladores a los espacios más aptos
para la práctica de su pasión. En la Sierra de Guara los lugares
más afectados fueron Vadiello (que ha conocido un aumento
exponencial del número de vías equipadas), Alquézar y, en
especial, Rodellar:
“una
de las mecas mundiales de la escalada deportiva”, como afirma el
escalador Carlos Logroño, “embajador” de la marca de artículos
deportivos La Sportiva en el “Climbing Festival” que la empresa
celebró en el enclave oscense.
Ese efecto llamada le hace decir también, ya como autor de un par de
guías de la zona, que “algunos
fines de semana de primavera y durante el verano, es posible que no
se pueda trepar la ruta elegida (sic.).
¡Llegó el mogollón!”, afirmando que “esta masificación trae,
lógicamente, problemas de toda índole, impacto ambiental (basura,
heces, ruido...)”.
Pero,
lamentablemente, las afecciones sobre el medio no se limitan a eso,
ya de por sí preocupante, sino sobre todo a la alteración del
hábitat que la escalada masiva produce sobre las aves rupícolas
–que han abandonado muchos lugares tradicionales de nidificación
debido a las constantes molestias. Numerosos escaladores rebaten esta
afirmación aseverando que sigue habiendo muchos buitres (Gyps
fulvus)
cerca de las zonas de escalada: parecen olvidar que en Riglos, otra
de las “mecas” de la escalada en Aragón, la colonia de buitres
tuvo que abandonar las paredes principales para refugiarse en otra
menos atractiva para la escalada. “Hay
especies que toleran bien la presencia humana, como los buitres, pero
otras como el halcón peregrino o el águila perdicera que no la
toleran. No toleran ni la cercanía ni que te pongas debajo del nido
como tú no toleras que si tienes un niño estés viviendo encima de
un bar”--dice al respecto una APN (agente de protección de la
naturaleza) madrileña.
En
todas las guías de escalada consultadas se enumeran las especies de
aves más frecuentes en cantiles y cortados: quebrantahuesos
(Gypaetus
barbatus),
águilas real (Aquila
chrisaetos)
y perdicera (Hieraetus
fasciatus),
alimoche (Neophron
percnopterus),
halcón peregrino (Falco peregrinus) –aunque no todas incluyen al
treparriscos (Tichodroma
muraria),
a los Roqueros rojo (Monticola
saxatilis)
y solitario (Monticola solitarius) y a la collalba negra (Oenanthe
leucura)--,
como para dar fe de su compromiso medioambiental; pero en ninguna se
habla de cómo reaccionar cuando se comprueba la presencia y/o la
nidificación de una de esas especies en mitad de una vía.
Pero ellos y ellas saben que una cordada puede echar a perder una
nidada, y que la estancia larga en las inmediaciones de una pared
puede hacer desistir a una especie sensible de instalar allí su
nido. Y en esos términos se expresaba en 2017 una agente forestal y
escaladora entrevistada por la revista Desnivel,
la revista de referencia de este deporte, alertando del nocivo
impacto de la escalada en la biología de las aves rupícolas, siendo
incompatible con su nidificación, aconsejando evitar ruidos, gritos
y música para no provocar molestias indeseables.
Y es mediante gritos como celebra el gran referente de la escalada
Francisco
Marín, “Novato”, la consecución de su objetivo y de su sueño
de libertad.
El
impacto de la escalada sobre la biología de las aves rupícolas no
es solo cuestión de opinión: los más señeros especialistas
coinciden en señalarlo de manera indudable. Así José Ignacio
Arizón, veterano y destacado miembro del Grupo Ornitológico
Oscense, quien afirma que la práctica de ese deporte al aire libre
“afecta negativamente porque implica molestias, en su época de
cría sobre todo; en especies grandes, como buitre y quebrantahuesos,
porque solamente sacan un pollo al año (como máximo) y en pequeñas
aves rupícolas, como roqueros y treparriscos, les impide además
conseguir alimento para sus proles”.
José Antonio Gil, presidente de la Fundación para la Conservación
del Quebrantahuesos (FCQ), declara por su parte que “la
escalada, sea masiva o no, puede provocar molestias e interacciones
negativas en la reproducción de las rapaces rupícolas, provocando
el fracaso en la nidificación”. El mundo científico no ha dejado
de pronunciarse sobre la cuestión en numerosas publicaciones al
alcance de cualquiera que se tome la molestia de consultarlas.
Los gestores del parque natural y quienes les asesoran han tenido en
cuenta, ¡seguro!, todas estas consideraciones a la hora de regular
la práctica de esa actividad en Guara.
ILEGALIDADES
PERMANENTES Y CONSENTIDAS
Teniendo
en cuenta que el PORN de 1997 obligaba a pedir autorización para la
apertura de nuevas vías en el Parque, solicité información por
escrito a la dirección sobre el número de instancias registradas,
obteniendo la siguiente respuesta: “No existe un archivo especifico
de estas solicitudes y en los registros no consta ninguna solicitud
específica en este sentido”. Ello significa que, si nadie solicitó
autorización, todas las vías abiertas y equipadas entre 1997 y 2015
(fecha de la última regulación, que se comentará más adelante)
eran ilegales, y que incurrieron en un delito quienes así actuaron.
Porque
vías se han abierto muchas desde 1997, y de ello dan fe varias
publicaciones: una de las dos guías sobre Rodellar firmadas por
Carlos Logroño señala como posteriores a esa fecha un total de 35
vías;
Escaladas
en Vadiello,
por su parte, revela un total de 122 vías abiertas con posterioridad
a 1997.
De
ser cierto lo revelado por esas obras nos hallaríamos ante una
ilegalidad continuada y consentida por las autoridades del Parque
Natural.
Llama
poderosamente la atención, en medio de la liberalidad con que se
abrían nuevas vías, que figure el
Grupo de Montaña de la Guardia Civil como equipador de un buen
número de ellas. En Guía
de escalada en Rodellar
se contabilizaban, en 2010, hasta 114 vías creadas por la
Benemérita, añadiendo lo siguiente: “el
Grupo de Montaña de la Guardia Civil (G.M.G.C.) comienza su intensa
actividad equipando alguna de las primeras vías de la Gran Bóveda,
además de abrir la mayor parte de los itinerarios del sector del
Camino junto con el comité
de equipamiento de la Federación Aragonesa de Montaña
(…) El G.M.G.C. continúa abriendo nuevas líneas y equipan la
mayor parte del sector “Las ventanas del Mascún”, además de
algunas otras vías en zonas diferentes.”
Si “continúa abriendo” en 2010 significa que la Guardia Civil
siguió con su actividad ilegal... También asombra averiguar que el
“comité de equipamiento de la Federación Aragonesa de Montaña”
estaba involucrado en la apertura de estas vías que, si no eran
ilegales, tampoco fueron declaradas... ¡Y ese es el colectivo
deportivo que, por normativa, asesora a la dirección del Parque para
aprobar la apertura de nuevas vías!
Pocos
días antes de la redacción de estas páginas tuve la oportunidad de
hablar con un gran escalador de Huesca, quien
me reveló que él personalmente no presentó solicitud alguna,
limitándose a dejar constancia de su actividad equipadora en la
asociación Peña Guara de Huesca (delegación de la Federación
Aragonesa de Montaña), cuyos administrativos debían encargarse de
tramitar. Si la dirección del Parque dice no contar con ningún
registro es lícito pensar que Peña Guara no presentara ninguna de
las comunicadas por mi informante. Eso no exime a este escalador,
desde luego, del cumplimiento de la ley, pero deja en una extraña
situación al colectivo montañero, garante de la sostenibilidad en
la normativa del Parque Natural.
¿Desconocía
la dirección de Guara la existencia de vías ilegales en el ámbito
de su jurisdicción? Si creemos a otro informante anónimo que
me reveló en conversación personal que alguien presentó a la
dirección del Parque un listado con unas 1.000 vías no autorizadas,
la respuesta es tajante. ¿Cómo actuó la Administración ante esa
denuncia?
A
tenor de lo publicado en El
Heraldo de Aragón
de 3/11/2015, “varios
escaladores fueron denunciados, <<algunos de ellos muy
conocidos en los círculos de deportistas que frecuentan las zonas de
escalada de Aragón y Cataluña>>, por Desarrollo Rural y
Sostenibilidad (Gobierno de Aragón)”, añadiendo que “las
denuncias son el resultado de la intensificación de la vigilancia".
Y es que, según el diario, “se calcula que hay unas 1.500 vías,
de las que entre el 80 y el 90% son ilegales”.
No obstante, la revista Desnivel
relata pocos días más tarde que “la Fundación para la
Conservación del Quebrantahuesos (que forma parte del Patronato del
Parque de Guara) presentó a finales de octubre una denuncia por
equipamientos de escalada ilegales”, citando a 27 equipadores cuyos
nombres aparecen en la Guía
de escalada en Rodellar
(Ed.
Kalandraka) del año 2010. Y asegura la revista que, a fecha de
redacción de esa noticia, no había “constancia de que la
Administración haya cursado denuncias a ninguno de los 27
equipadores citados en la denuncia de la FCQ, aunque Agentes de
Protección de la Naturaleza (APN) sí han requisado material para
equipar que han encontrado escondido cerca de las paredes.”
La
Federación Aragonesa de Montañismo, presente en el Patronato del
Parque mediante su delegación altoaragonesa, la asociación Peña
Guara, dice por boca del presidente de ésta, Manuel Bara, que les
extrañó mucho “la denuncia de la Fundación del Quebrantahuesos;
como siempre, haciendo amigos”.
En una entrevista personal, Bara añadió que “ninguna de esas vías
que ellos (FCQ) denunciaron supuso ningún problema para ningún tipo
de nido de ningún ave”.
¿Desprecio de la legalidad vigente?
NUEVA
REGULACIÓN
En
2011 se promulgó en Aragón el Plan de recuperación del Águila-azor
perdicera, una de las especies cuya presencia había determinado la
creación del parque natural y en peligro de extinción en Aragón.
El decreto obligaba a corregir los factores negativos que impidieran
la recolonización de los antiguos territorios del águila,
favoreciendo asimismo su expansión a áreas con hábitats
potencialmente adecuados:
siendo
la escalada reconocida como un factor de perturbación, habría sido
deseable que la normativa posterior hubiera recogido esa obligación.
Pero nada de ello recogen ni el PRUG de 2014 ni la Orden de
regulación de la escalada de 2015: ¡y eso que el apartado 2.1.3
exigía la adecuación de toda normativa posterior al plan de
recuperación!
El
PRUG de 2014 no solo mantenía como escalables las áreas
potencialmente óptimas para la escasa rapaz, sino que amplió el
período hábil para escalar en unos pocos sectores y creaba otro
nuevo en Vadiello. Mantenía no obstante la preceptiva autorización
para la escalada en las áreas antes señaladas.
En
diciembre de 2015 se publica en el Boletín Oficial de Aragón la
Orden que regula la práctica de la escalada que supone, en esencia,
la adecuación a la ley de unas actuaciones que la normativa anterior
debería haber considerado ilegales; esta
Orden supone, por cosiguiente, la liberalización masiva de la
práctica de la escalada en el Parque. Habiendo zonificado el área
en sectores de tranquilidad (de menor interés para la escalada o de
acceso más complicado) y de uso limitado, su vocación fue la de
concentrar el enorme aluvión de visitantes en determinados espacios,
resultando los más afectados Alquézar, Vadiello y Rodellar. En ese
sentido, la Orden amplía los períodos de escalada a todo el año en
numerosos sectores amén de inscribir la existencia de otros nuevos,
elimina en un 95% la necesidad de autorización y, sobre todo,
favorece la masificación que el PORN recomendaba atajar. Con todo
ello se impide la recolonización por parte de la Perdicera en muchas
áreas óptimas y se dificulta enormemente la biología de aves
rupícolas de ciclo reproductor corto, como es el caso de rapaces
sensibles (alimoche, halcón) y de algunos paseriformes en declive
(Roquero rojo y Collalba negra, sensibles a la alteración de su
hábitat). Es decir, que se produjo una regresión evidente a la hora
de eliminar la masificación, favoreciéndola.
Hay
que señalar que esta Orden fue redactada sin contar con la
colaboración, la consulta y el asesoramiento de las organizaciones
conservacionistas presentes en el patronato del Parque: así lo
afirma J.A.Gil, presidente de la FCQ, integrante en ese patronato
junto a SEO/BirdLife. Y ello conduce a aseverar que el artífice de
esa liberalización masiva de la normativa sobre escalada fue la
Federación Aragonesa de Montañismo (FAM) y, más concretamente, su
delegación en Huesca, Peña Guara. Este colectivo parece haber
velado únicamente por los intereses de los practicantes de escalada,
federados o no, que ha puesto constantemente por delante de la
defensa de los valores ambientales del Parque. El papel de la FAM
como asesora exclusiva queda fijado en casi toda su normativa: ha de
ser consultada para la apertura de nuevas vías, contactada tanto
para acordar nuevas normas en caso de molestias al águila perdicera
como para regular la escalada en zonas de nidificación, consultada y
oída tanto para autorizar la equipación de nuevos sectores de
escalada como para suspender actividades.
Si la finalidad principal de la creación del Parque, allá en 1990,
era la preservación de los valores naturales, ¿por qué se otorgó
tanto poder y tanta voz a un colectivo deportivo? ¿Acaso la
trayectoria de FAM puede concederle la autoridad suficiente en temas
medioambientales? Lo cierto es que la entrevista mantenida con el
presidente de Peña Guara en junio de 2022 no revela una sensibilidad
conservacionista que avale la asesoría que de
facto
ejerce sobre el Parque.
En
primer lugar, no cree Manuel Bara que exista masificación: “¿Qué
puede pasar, que haya 200-300 personas en el tramo de Rodellar entre
El Delfín hasta aguas abajo del Mascún antes de entrar en los
oscuros? ¿Y eso es masificación? ¿300 personas en 2 km de
desarrollo de río, con paredes a la izquierda y paredes a la
derecha? ¿Eso es masificación? Pues yo no lo sé. Lo que sí que te
puedo asegurar es que no molestan ni hacen ningún daño a nada.
Porque están escalando en una zona permitida... Y no suponen ningún
problema para las aves.”
Parece considerar el responsable del colectivo montañero y
representante de la FAM en el patronato de Guara que solo un número
exorbitante de escaladores podría llegar a suponer un impacto sobre
la fauna, habida cuenta, además, del ejemplar comportamiento de esos
escaladores: “cuando un escalador en una vía de escalada llega a
un punto donde se encuentra con una posibilidad de que haya un nido,
lo primero que hace el escalador es marcharse de allí. Lo primero
porque el buitre, quebrantahuesos o alimoche le puede poner de pulgas
y chinches hasta las narices. Un escalador nunca hace daño a un
nido...” Y añade: “tenemos ejemplo en un sitio donde hay un
buitre que ya lleva varios años anidando. Han pasado los escaladores
y el buitre sigue yendo a anidar allí. ¿Qué quiere decir? No le
molesta el escalador a ese buitre...” Antes que aceptar que la
escalada pudiera ejercer algún tipo de impacto sobre las aves
rupícolas prefiere cargar contra los científicos: “Sí que
tenemos constancia de que ha habido nidos fallidos por acción del
hombre, pero no por acción del escalador, (sino) por acción del
propio técnico de biodiversidad que ha ido al nido a analizar, a
tocarle los huevos al quebrantahuesos para ver cómo está ese huevo,
incluso para ponerle “camaritas” de filmación...”. Y critica
la toma de medidas para proteger un nido del acceso de deportistas:
“las medidas de protección que se toman sobre alguna pareja que ha
nidificado en algun punto muy concreto son excesivas contra la
especie humana, contra el escalador. No hace falta delimitar la zona
de seguridad tan grande como en algunas ocasiones se hace... Es la
lucha de la lógica de la observación contra la técnica de lo que
puede pasar”.
Quedando
patente la escasa sensibilidad ambiental de la asociación montañera,
hay quien señala, tal vez torticeramente, que su poder y autoridad
le han sido conferidos gracias a sus conexiones políticas: el apoyo
de destacados miembros del PSOE ha sido evidente durante muchos años,
además de que importantes nombres de ese partido han formado o
forman parte de la Federación.
Y hay quien agrega que su alianza con los sectores empresariales y de
la hostelería le permite convertirse en la voz que defiende sus
intereses en las reuniones del patronato del Parque.
EL
DESARROLLO ECONÓMICO Y EL ASENTAMIENTO DE POBLACIÓN
Parece
que, por encima de los valores conservacionistas, sean los beneficios
económicos los que primen en la gestión del Parque: todo gira en
torno a la actividad económica que genera el turismo, y que debería
propiciar el asentamiento poblacional. Así, cuando la televisión
pública aragonesa informó sobre la Orden de regulación de la
escalada de 2015, aseguraba que ese deporte “es
uno de los motores de la economía de esa zona”, afirmación que
venía secundada por el que fue presidente de la Asociación de
Empresarios de la Sierra de Guara hasta 2016, Francisco Lacau Pascau:
“para la economía del territorio, para los pequeños alojamientos,
para los campings, etc., no es que (la escalada) sea un grano más:
es un chorro importante”.
Sería
importante conocer, por una parte, la titularidad de los
establecimientos turísticos del área para averiguar en cuántas
manos se concentra ese beneficio así como si corresponden a
propiedades locales o alóctonas. Y es que, por la otra, el perfil de
los escaladores no es frecuentemente del tipo que se aloja en hoteles
o casas rurales, pues suelen preferir mayoritariamente pernoctar en
su furgoneta, según información proporcionada por gente de la zona
–siempre y cuando logren burlar la vigilancia de la guardería,
pues la pernocta “por libre” está prohibida en el PN de Guara.
No
obstante, la revista Desnivel,
en una entrevista realizada al mismo Lacau, daba fe a la vez de la
masificación y de la estacionalización. Preguntado por el número
de visitantes que el Parque recibía anualmente, el entonces
presidente de los empresarios de Guara respondió que unos 200.000.
El reportero le preguntó, no sin cierto asombro, “¿Cómo
es posible conjugar esta avalancha con la conservación del medio?”.
Lacau salió
por peteneras:
“los números hablan por sí solos. Nosotros trabajamos alrededor
de 150 días al año. Si divides los 90.000 por 150 salen unas 600
personas distribuidas entre una decena de barrancos comerciales, es
decir, 60 personas por descenso”.
No parece muy claro que la conservación del medio importe mucho a
Lacau.
Siendo
cierto que la zona sufrió una importante despoblación a lo largo
del siglo XX también lo es que el turismo no ha conseguido asentar
población. En el caso de Vadiello, tradicional escuela de escalada a
20 km de Huesca, los 24 sectores de vías abiertas que la Orden de
2015 permitió utilizar todo el año no han aportado ninguna mejora
al área geográfica y humana de su entorno, el municipio de
Loporzano. En lo concerniente a Rodellar, la liberalización de la
escalada tampoco ha conseguido el asentamiento de población durante
los meses fríos. El pueblo sigue siendo, en invierno, un desierto
demográfico, con un buen puñado de establecimientos cerrados cuyos
explotadores ahuecan el ala después de haber hecho su agosto. La
masificación se produce en los meses cálidos, precisamente cuando
nidifican las aves más sensibles a las molestias. Como dicen los
escaladores Ascaso y Logroño en su guía, “la zona cambia de cara
dependiendo de la época del año. Un día entre semana de otoño es
posible no encontrar a nadie en toda la escuela y disfrutar de la
soledad compartida con los pocos habitantes de Rodellar (dos familias
en invierno)”, añadiendo que “el bar-restaurante Florentino es
el único sitio donde por ejemplo en invierno nos podrán dar algo de
beber y comer”.
No
obstante, hay quien afirma lo contrario, como la
famosa escaladora Cecilia
Buil, quien considera que el evidente impacto que genera una masiva
afluencia de escaladores queda compensado con el desarrollo aportado
a la zona y al pueblo: “evidentemente se ha notado en el número de
escaladores y en la temporada que, en lugar de ser dos meses que era
antes junto con los barranquistas, ahora mismo es prácticamente todo
el año. Eso claro que crea algo de impacto, se nota, pero también
permite a personas que antes, hace 20 años, solo vivía aquí el
pastor (sic.),
pues ahora hay unas cuantas personas aquí que pueden estar viviendo
todo el año, y también eso es importante”.
El
contraste con la realidad es pues, evidente, convirtiendo las
afirmaciones sobre la escalada como asentadora de población una
falacia repetida en todos los mentideros.
¿HAY
ESPERANZA?
Ya
que existe de hecho una efectiva influencia del lobby
turístico-deportivo sobre la dirección del Parque, solo cabría
esperar que el propio colectivo de escaladores se autorregulara,
consciente de la presión ejercida sobre la fauna rupícola. Ya en
2012, la asociación Escalada Sostenible Zona Centro decía por boca
de uno de sus fundadores: “la fiesta ya no funciona como antes; en
parte por la aplicación de normativas de protección, y también por
el increíble, y peligroso a veces, aumento del número de
escaladores.”
Y José Manuel Palacios Bolo,
miembro del Comité de Equipamiento de la FEDME (Federación Española
de Deportes de Montaña y Escalada), decía en 2015 refiriéndose a
las Hoces de Cuenca: “puede ser conveniente “ordenar” la
práctica de la escalada para intentar evitar la masificación de
algunos sectores (…) gran cantidad de vías que se equipan al año
y el poco o nulo control que había sobre las mismas.”
El boom
ha generado unas 1.000 áreas de escalada en España y un número
superior a los 200.000 practicantes –como refiere el documental
Prohibido
Escalar
producido por la Asociación Escalada Sostenible.
Y
es precisamente ese documental el que refleja una nueva
sensibilidad por parte del colectivo de escaladores, posiblemente
tendente no solo a aceptar limitaciones en la práctica de su deporte
sino, sobre todo, a replantearse los impactos del mismo. El reportaje
muestra varios espacios emblemáticos en los que se han abordado
restricciones: regulación dinámica en Montserrat, prohibición en
Etxauri, autorización administrativa y pago de entrada en
Tramuntana...: ¡lástima que Rodellar no haya sido tratado!
La
delegación tinerfeña de esa asociación ha presentado
recientemente, en un encuentro sobre Escalada y biodiversidad
celebrado este mismo año en Gredos, su aportación a la conservación
de las aves rupícolas. En ese sentido, y en colaboración con
ornitólogos canarios, han detectado las zonas de nidificación de
halcón tagarote (Falco peregrinoides) y colocado carteles alertando
de la prohibición de escalar a su alrededor.
A
ese mismo encuentro en la montaña castellana participó la FEDME a
través de su área de medio ambiente. Antonio Joaquín Sánchez
opinaba que “es el momento en que la FEDME tiene que empezar a
actuar y tener cierta visión de futuro (…) vamos un poquito tarde
y teníamos que haber tomado esta iniciativa antes”.
Como estas declaraciones me parecieron abrir un horizonte de
esperanza, contacté con Antonio Joaquín Sánchez para que me
ampliara su punto de vista. “La conciliación entre escalada y
preservación es complicada” --me dijo Sánchez--; “se está
dando mucha afluencia y, en muchos casos, masificación”. Y es que
“la gente no tiene conciencia del impacto; la gente que practica la
escalada cree que ésta es completamente inocua”. Sin embargo, no
considera que la existencia de un marco regulatorio y sancionador
estricto sea la solución: “los gestores están equivocados si
piensan que se va a solucionar el problema a base de prohibiciones:
no tienen medios suficientes”, y aboga por una solución basada en
“sinergias, alianzas estratégicas … esto se solucionará
mediante la concienciación, y esa llave la tiene la Federación”.
¿Estaba la FEDME en contra entonces de las regulaciones? No, no lo
estaba si se hacían con buen criterio como en el caso guipuzcoano.
Todo lo más se mostraría a favor de restricciones dinámicas, no al
pago de entradas o autorizaciones administrativas, como en los
espacios protegidos andaluces. Y todo lo apostaba a la progresiva
concienciación del colectivo escalador. Un cierto angelismo por su
parte que se veía mitigado por la expresión de un temor: que todos
los jóvenes que ahora practican masivamente en rocódromos decidan
salir a la naturaleza; desinformada, ávida de emociones, esa cantera
podría dar al traste con cualquier intento de cambio de tendencia.
En
el mismo vídeo es entrevistado un miembro del comité de
equipamiento de la FEDME, quien lamenta que “los equipadores no
(tienen) formación en legislación ambiental para aunque fuera pedir
permiso para abrir una vía”... Tal vez dejar exclusivamente en
manos de los practicantes del deporte la posibilidad de conducirlo a
expresiones menos impactantes no sería deseable; y es que el propio
colectivo se queja del comportamiento de sus miembros. Así se
expresaba Íñigo Zuberogoitia, uno de los técnicos que realiza el
seguimiento de las aves rapaces amenazadas en la provincia de
Vizcaya, sobre la implantación de las regulaciones de la escalada a
partir del año 2010: “el comportamiento ético de algunas personas
(…) siempre hay personas que desprecian lo que hacen el resto y que
suponen una grave amenaza para las aves rupícolas. Son ya varios los
casos que hemos constatado de muerte de pollos de alimoche por
molestias causadas por escaladores que estaban donde no debían. Hay
que tener en cuenta que el alimoche es una de las aves con mayor
riesgo de extinción a escala global de las que tenemos”. Y añade:
“hay gente que antepone su gozo personal a la conservación de la
naturaleza y a la vida de una especie amenazada. ¡Muy triste!”
Un
ejemplo de que esta actitud exclusivamente disfrutona y nulamente
conservacionista no es patrimonio de jovencitos inexpertos la
protagoniza de nuevo la célebre escaladora Cecilia Buil –que
parece ser de esa gente que “antepone su gozo personal a la
conservación de la naturaleza”, para prafrasear al técnico
vizcaíno. Según se publicó en un blog dedicado a la naturaleza
aragonesa,
la Sra Buil fue denunciada en 2015 por abrir una vía en el Parque de
Guara sin haber pedido la autorización administrativa; vía que
bautizó con el nombre de “Los delincuentes”, justificando su
elección: "el nombre que se ha puesto a la vía bien puede
entenderse como un gesto reivindicativo sobre el papel de los
escaladores y la regulación que se pretende llevar a cabo en el
Parque de Guara para restringir la actividad de escalada". La
escaladora reaccionó a la publicación de la noticia de la denuncia,
un año después, con este comentario en el blog: “Buenas quien
quiera que seas, gracias por denunciarme. Me has dado la oportunidad
de poner de manifiesto la mala idea y falta de conocimiento por tu
parte tanto de la escalada como de las leyes. Tu denuncia no vale
para nada, al igual que las otras 28 que redactasteis en Rodellar, a
sabiendas de que la ley iba a ser modificada. La vía que abrí fue
eso, una apertura, no un equipamiento. Lee un poco para saber la
diferencia, la abrí en época fuera de nidificacion y respetando la
roca y el entorno escrupulosamente, como hago SIEMPRE, sin dejar un
rastro en la base y sin molestar ni pasar cerca de ningún nido. Yo
estoy bien tranquila. Ahora la administración me ha dado la razón.
A ver si en vez de perseguir a quien suena más os dedicais a velar
por el parque, los alrededores y el resto de la provincia que también
es importante y que se está reventando con turistas guarros, caminos
para urbanitas y colegas vuestros que hacen ferratas y equipamientos
salvajes de vías comerciales. Por cierto, yo no «aparezco» en la
provincia, porque nací en ella! Un saludo.”
¿Debemos
dejar la gestión de los espacios naturales en manos de quienes
durante largos años parecen haberse despreocupado del componente
medioambiental? ¿Cómo esperar que quien solo ve en las paredes,
farallones y desplomes un rocódromo al aire libre en el que todo
vale sacrifique sus ansias de disfrute en aras de la conservación de
determinadas especies? ¿Bastaría con potentes campañas de
sensibilización para que el colectivo escalador modificara su
comportamiento?
Una
Administracion convencida de la necesidad de aplicar un nuevo
paradigma en el turismo de naturaleza debería legislar para asegurar
la vida de las especies que se han visto desplazadas por las
desmedidas necesidades de ocio de algunos. Sin ello, las aves
rupícolas sensibles se verán arrinconadas a los lugares más
inaccesibles o, directamente, condenadas a la extinción. Y es que no
son la FAM ni la FEDME quienes están llevando a cabo el programa de
reintroducción del Águila perdicera en Guara, ¡sino la
Administración!
Por
cierto, no le ha sido concedido a este redactor entrevistarse con el
director del Parque Natural, José Miguel Malo, ni con el asesor
técnico, Daniel Guzmán, ni con ninguno de los APNs destinados en
Guara.